top of page

EL REGALO DE CUMPLEAÑOS

 

La abuela de Martín que tenía muy poca memoria, todo se le perdía o se le desaparecía: el dinero, los libros y las fotografías, puso muy preocupados a todos los miembros de su familia una mañana que se fue muy bien vestida y no regresó hasta después de mediodía, cuando todos estaban a punto de llamar a la policía para que la pusieran en la lista de las personas perdidas.

La abuela de Martín había salido de compras, nada menos que al barrio chino, el que queda cruzando el Viejo Puente al otro lado del río.

-¡Dios mío! Exclamaron todos. ¡Pero cómo usted se fue tan lejos! ¿No sabe que allí asaltan y le llevan hasta el pellejo?  Pero nada sacaban con tanto reclamo, pues  eso ya había pasado.

La abuela de Martín entre la gente anduvo mirando y buscando un regalo para su nieto, el que pronto cumpliría, …no recordaba cuantos…, cuatro o cinco preciosos años. Entre todo lo que vio siempre hay algo que llama más la atención y por eso es que entró a la vieja tienda del Chino Guen Hong.

Después que el chino Hong con una venia y las manos juntas la saludó, la abuela se percató que en la tienda solo habían unas cuantas zapatillas que ya no estaban de moda, ni de nada, porque al respecto ella si se mantenía bien actualizada.

Cuando decepcionada emprendía la retirada buscando la puerta de salida, el chino Guen Hong la llamo diciéndole:

-Yo sé que tu quelel buen legalo de cumpleaño pala tu nieto Maltín que cinco esta pol cumplil. Milemos pol aquí, a vel si  es que yo tengo el legalo pala él pelfecto!

Y poniendo el chino Hong en las manos de la abuela un paquetón, sin darle oportunidad de que a la caja fuera a pagar con un amable empujón hasta la puerta la llevó y con otra venia y las manos juntas la despidió.

 

 

La abuela de Martín extrañada, asombrada y confusa, entró a una cafetería para sentada en una silla ver lo que el paquetón contenía. Cuando después de beberse el chocolate y comerse las galletas abrió el paquete, vio que eran dos preciosas zapatillas ultramodernas, del color y la talla que a Martín le gustarían. Se fue para la casa, tan contenta, que quería saltar de alegría, aunque ella por sus años no podía.

Cuando la abuela de Martín terminó de contar este cuento, nadie quiso esperar a que fuese el cumpleaños, todos querían ver el famoso regalo por el que ningún peso ella había pagado.

Le preguntaron a Martín y él estuvo de acuerdo, quería ver las zapatillas  y  si eran realmente una maravilla.  Las zapatillas eran fabulosas, del color y modelo que le gustaban y que bien y que cómodas le calzaban.

Todos rieron contentos y se fueron a hacer sus cosas y Martín para su pieza, pero fue entonces que notó una cosa rara, que la zapatilla derecha la pierna le tironeaba, pero no hizo caso de lo contento que estaba.  Hasta que instantes más tarde, noto otra cosa rara, que la zapatilla izquierda también la pierna le tiraba.


Parado en el centro de la pieza, Martín sus zapatillas observaba, cuando daba un paso con la derecha hacia la derecha giraba. Cuando daba un paso con la izquierda hacia la izquierda también giraba, de modo que derecho nunca caminaba.  Extrañado se le ocurrió sentarse en la cama, pero eso fue lo peor, porque la zapatilla derecha fue hacia la derecha y la zapatilla izquierda fue para la izquierda y por más fuerza que Martín hacía no podía juntar sus dos piernas.


 

 

Entonces gritó - ¡Mamááá! Y la mamá vino corriendo.

-¡Mamá!, ¡mamá! estas zapatillas me tiran, sácamelas por favor, que yo no puedo desatarlas.

La mamá de Martín con su cara sonriente,  le dijo que las zapatillas le tironeaban porque estaban puestas equivocadas. La del pie izquierdo estaba en el pie derecho y lo mismo con el otro pie pasaba. Que si no quería que las zapatillas le molestaran, que entonces se las cambiara.

Así hizo Martín y con sus zapatillas bien puestas fue para la sala, pero cuando iba por el corredor notó otra cosa extraña, que empujados por las zapatillas los pies se le cruzaban haciéndole un torniquete  hasta que media vuelta se daba y cambiando de dirección, entonces caminaba. Así por el corredor, en vez de ir a la sala, es a la puerta del patio que las zapatillas lo llevaban.

-¡Mamá!, ¡Maaammááá! Matín otra vez gritaba. Entonces la mamá vino, pero un poco enojada a ver a Martín y qué cosa le pasaba.

-¡Mamá!, ¡mamá! estas zapatillas son un poco raras, no puedo caminar con ellas, no sé qué es lo que les pasa.

Es que son muy nuevas Martín, le dijo la mamá con calma y no estás acostumbrado a ellas como las otras que usabas.

Entonces Martín le dijo, que prefería cambiarlas y seguir usando las viejas aunque estuvieran más gastadas. Las guardarían hasta el sábado, para abrirlas de regalo y poder darle un beso a la abuela después de apagar las velas y cantar la canción del Cumpleaños.

Quizás las zapatillas eran mágicas y no debían usarse antes de la fecha señalada.

Por  eso Martín esperó hasta el día de su cumpleaños y cuando al fin se las puso, no tuvo ningún reparo, salvo que por culpa de las zapatillas que a veces se le enredaban,  uno que otro tropezón y alguno que otro costalazo  tuvo que aguantar a lo largo del año, hasta que  por fin cumpliera los seis y recibiera otras zapatillas nuevas de regalo.

 

                                        FIN

bottom of page